© Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com


DOCUMENTOS DE PENSAMIENTO LESBOFEMINISTA

Cuando quiero decir lo que miro en mi realidad cotidiana, me busco en un lugar distinto. Yo que hablo una lengua de mujer, nos reconozco, me reconozco en la ovarimonia, en la palabra dada por las mujeres a partir de la experiencia que pasa por nuestras cuerpas y desde nuestros pensamientos y ejercicios reflexivos, aquella que no necesita ser validada desde la lógica y la razón que rigen hoy a un sistema mundo que no es nuestro.


jueves, 17 de mayo de 2018

LESBOFOBIA

Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com

El acto de lesbofobia más reciente que recibí fue en una discusión hace unos días. Otra compañera y yo apenas comenzábamos a argumentar por qué era necesario que un espacio tal se mantuviera sólo para mujeres como espacio de seguridad. En tanto, la mujer que desea imponer a un hombre en ese espacio, pasó por todos los argumentos conocidos:
"No todos los hombres…", "también hay mujeres violentas…",
"éste sí es muy buenito, buen padre y amigo y ciudadano…", "yo respondo por él…"

En fin, nada nuevo cuando hablamos de un mundo en donde a las mujeres se nos enseña a poner nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestra propia seguridad y bienestar y, por supuesto, la relación con otras mujeres, por debajo de la lealtad a ellos.

Cuando fue evidente por nuestros rostros que esos argumentos no nos hacían ningún sentido, lanzó la pieza maestra: “Es que yo no soy como ustedes (la compañera y yo somos lesbianas), a mí sí me gustan los hombres”.

Cubetada de lesbofobia en pleno rostro. Ese gesto de: ¡Tengo el argumento definitivo!, como si el que no nos “gustaran” los hombres nos hiciera de inferior valor o inferiorizara nuestros argumentos, como si eso nos silenciara.

Como si el pensar la construcción de espacios de autocuidado en un país de tal magnitud de violencia contra las mujeres fuera una idea descabellada, tanto que sólo a unas odiahombres, sólo a estas lesbianas, se les podría ocurrir.

“A mí sí me gustan los hombres” como gesto-enunciado deslegitimador de las otras, es un acto lesbofóbico porque establece jerarquía entre el argumento de la hegemonía heterosexual y las reflexiones, deseos, propuestas de quien no pertenece esa hegemonía y se aprovecha de esa jerarquía para negar o tratar de silenciar a la otra.

Al final, es cierto, de su lado tiene el poder de la heterosexualidad que sostiene al sistema y ella misma actúa como agente del sistema perpetuando la adoración al falo (al poder de la masculinidad).

Sin embargo, cuánto pierde esa mujer al negar la posibilidad de un espacio no mixto, cuánto pierde al desechar la complicidad con mujeres que podrían ser sus aliadas en la cotidianidad, cuánto pierde como mujer que perpetúa la mirada despectiva sobre las desobedientes.

Tras esta historia, y en el marco del 17 de mayo, y la importancia de nombrar, visibilizar y denunciar la lesbofobia, he venido reflexionando sobre que los actos lesbofóbicos cometidos por mujeres leales al status quo, no sólo lo perpetúan, no sólo es que violenten a las lesbianas; son atentados de las mujeres contra sí mismas, contra las alianzas posibles; autovigilancia que les impide cuestionar los mandatos impuestos para sí; impedimento para cuestionar el modo de vida en servidumbre, concreta o simbólica, al otro, a los otros e, incluso, para preguntarse sobre la propia heterosexualidad. La lesbofobia no es otra cosa que pedagogía de la docilidad.

Así, es necesario recordarnos constantemente que la lesbofobia:

1.- Es una represión política del régimen político heterosexual que nos hiere, discrimina y atenta contra el bienestar y la vida de quienes nos rebelamos, de quienes lo desafiamos.
2.- También, condena a las mujeres mismas que la ejercen, es veneno contra sí mismas, es el régimen introyectado en sus cuerpos y vidas.

Por ello, quiero aprovechar esta fecha para señalar que decir lesbofobia es, entonces, referirse a la opresión hecha palabra, acto y carne sobre sobre las mujeres todas.

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