© Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com


DOCUMENTOS DE PENSAMIENTO LESBOFEMINISTA

Cuando quiero decir lo que miro en mi realidad cotidiana, me busco en un lugar distinto. Yo que hablo una lengua de mujer, nos reconozco, me reconozco en la ovarimonia, en la palabra dada por las mujeres a partir de la experiencia que pasa por nuestras cuerpas y desde nuestros pensamientos y ejercicios reflexivos, aquella que no necesita ser validada desde la lógica y la razón que rigen hoy a un sistema mundo que no es nuestro.


miércoles, 25 de octubre de 2017

DE ESPEJOS GENEROSOS

Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com

Ayer me preguntó una periodista si Gloria Anzaldúa y Audre Lorde han influido de alguna manera en mí, en el lugar donde nace la poesía, qué me han dado.

No sé si es justo hablar en singular, porque creo que somos una generación lesbiana y feminista tocada por sus letras, pero a mí, me han dado genealogía y eso, no es poca cosa. 
Si las mujeres hemos sido tan constantemente despojadas o impedidas del conocer de las historias de otras mujeres para que siempre estemos partiendo de cero, para que, políticamente huérfanas, nos sintamos más solas, extrañas, inadecuadas; si se han encargado de borrarnos de los relatos oficiales o, acaso, mostrarnos como meras comparsas; cuando somos innegables nos han llamado locas, brujas, poseídas o la excepción de la regla para poder deslegitimarnos. Si han roto en pedacitos los espejos en donde hubiéramos podido mirarnos, reconocernos, encontrar las huellas de otras que han recorrido senderos cercanos o parecidos, siempre es invaluable refugio, alimento, un hogar y un anhelo constante. 

Para mí, estoy hablando del espejo prohibido, que ha sido prohibido por que me permitiría mirarme en otras que fui.

Cuando leí por primera vez la carta de Anzaldúa a escritoras tercer mundistas, lloré mucho porque me hablaba a mí, de esta que fui y que he sido. Entonces, ¿cómo no escucharla?
Yo soy también esa mujer no blanca, lesbiana, feminista necesitando decirme, autonombrarme, tomar voz audible y sostenerme en las palabras que construyo.

Yo, como lo narra Gloria, tantos años después, sigo encontrándome en esas a quienes habla: estoy ahora mismo arrebujada sobre un escritorio en el quinto piso de alguna casa de vecindad en una ciudad monstruo y también he sido la que va andando a la escuela o al trabajo lamentando la falta de tiempo para tejer la escritura en su vida. Soy la madre soltera lésbica, jalada en todas direcciones por las hijas, las amantas y la escritura. Puedo sentir que me hablan a mí, porque ella, ellas y otras han estado en este lugar y han llorado llantos y reído risas que se parecen tanto a las mías, que se parecen tanto a los de tantas y que, sin embargo, no pueden ser de quienes no han habitado estas cuerpas y estas vidas. Es una especie de código común de quienes habitamos estos sitios en el mundo...

La genealogía es la certeza de que somos, de que hay raíces de este fruto que somos y que somos semilla de los posibles caminos que se bifurquen.

Entonces, no queda de otra que permitirse escuchar aquello atávico que canta en el ritmo de sus versos y que nos habla, sobre todo, a aquello que la razón, en el sentido de la razón patriarcal con sus lógicas y filosofías cartesianas, no entiende, y en cambio sí a lo que, de un lengua primigenia, rítmica y visceral, se percibe en cada una de nosotras a partir de esas enunciaciones que hablan de trocitos de nuestras propias existencias y resistencias

Y, es que la poesía no domesticada por los mandatos de las academias y de ciertas literaturas hegemónicas, es la más valiosa herencia que han dejado las nuestras. Audre decía que las herramientas del amo no destruyen la casa del amo. Pues, bien, yo creo que la poesía indómita es un poderoso martillo que sí retumba en los palacios el estado de las cosas. Hace cimbrar en sus cimientos más profundos el señorío patriarcal. 

Eso es lo que nos han dejado ellas, y otras que han levantado sus voces para hacernos visibles, transgresoras, poderosas.

Audre escribe:

GENERACIÓN II

Una chica negra
convirtiéndose
en la mujer
que su madre
deseaba
y por la cual rezaba
camina sola
y con miedo
de ambas iras

Nosotras, pienso, las mujeres no blancas, no ricas, lesbianas, feministas, de generaciones posteriores también estamos caminando solas y es duro saber que no hay madre que rece por nosotras. Sin embargo, sí tenemos estos versos y en ellos llevamos las iras, de la madre, las nuestras y las de ellas y eso -incluso cuando tenemos miedo-, nos convierte en peligrosa palabra potente.

Decía hace rato que nos negaron los espejos. Pero, escribiendo (otras pintando, danzando, marchando, escrachando, organizándonos…) Estamos las que desobedecimos.

Audre, Gloria, Rich y las que faltan por ser nombradas están constantemente ante nuestros ojos, las llevamos con nosotras

Parafraseando a Rosa María Roffiel, poeta lesbofeminista mexicana:

Mirándonos en ellas, reconociéndonos en ellas, hemos podido osar mirarnos desnudas ante el espejo…