© Patricia Karina Vergara Sánchez
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El periodismo es hoy, en diversas formas, sinónimo de poder. Sin
embargo, este poder no es único y en ocasiones se encuentra en contradicción
constante, pues el hacer periodístico es tan variable como posturas
filosóficas, políticas, de identidad e ideológicas existen. Incluso, el
abordaje de especializaciones distintas tiene sus precisiones, estrategias y
requerimientos; no se cubre de la misma forma la nota roja que la fuente
presidencial. También, es necesario considerar que dicho periodismo tiene
delimitaciones claramente planteadas desde quienes detentan el medio de
comunicación en que se ejerce.
Poder que en distintas formas ejerce el llamado Gran Periodismo, ese que
algunas autoras definen como patriarcal, o masculinista, el que dice lo que es
importante, lo público.
La prensa es masculina, dice Erika
Montecinos, directora de la revista Rompiendo el Silencio: “No sólo porque la
mayoría de los editores son hombres, sino porque vemos a muchas colegas
periodistas al servicio del poder con un discurso patriarcal. La prensa es
masculina en cuanto publica notas que rayan en la misoginia, que utilizan a la
mujer como objeto y que la banalizan a través de publicaciones dirigidas a las
mujeres, cuyos contenidos no tratan de otra cosa que de belleza. Y ojo, que son
editoras mujeres, por eso digo que hay una prensa con un discurso patriarcal.”
“El periodismo es patriarcal, porque como
muchas otras disciplinas fue construido por hombres y desde una perspectiva
patriarcal, que diminuye a las mujeres y lo femenino. Y es patriarcal en
sus productos (imagen estereotipada de las mujeres, menor numero de mujeres
como fuentes opinantes o imágenes de mujeres como objeto sexual).” Expone
Tamara Vidaurrázaga, editora de la propuesta mediática Feministas Tramando.
Así, las mujeres aparecemos como adorno en el
espacio de la información, o es poco probable que estemos presentes:
El Proyecto de Monitoreo Global de los
Medios, un programa de la
Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC), hace un par de años, el 16 de febrero
de 2006, monitoreó casi 13 mil noticias en TV, Radio y diarios de 76 países del
mundo y en los resultados encontró que mientras las mujeres representamos en el
mundo un 52 por ciento de la población, somos solamente dos de cada 10 personas
que figuran en las noticias.
Esta no inclusión, es expuesta por Carolina
Muñoz, docente en la Universidad de Periodismo en Chile, respecto a la
calificación desde una perspectiva patriarcal de la información, que realizan
los medios, “jerarquización que deja afuera a todos
quienes están alejadas y alejados de los discursos y las prácticas de poder (no
sólo a las mujeres, sino las y los jóvenes, las pobladoras y pobladores, las
mujeres y hombres de otras culturas, en fin, a la diversidad de una sociedad)
y, la afirmación de que aquello que se muestra en estos espacios es "lo
público", pasando a ser lo no-público todo lo demás, con menor o ninguna
relevancia ... Lo que vemos en los medios son, entonces, hombres que hacen o
dicen cosas, que son relevantes para otros hombres”[1]
No ser nombradas, no existir, es por una
parte el negar, nuevamente, nuestro papel en la historia, al ocultar
implícitamente nuestras aportaciones. Pero, también es dejar de lado las
denuncias actuales, la oportunidad de reclamar justicia en forma pública y
hacer saber lo que ocurre con nosotras. Las implicaciones, pueden llegar a ser
indignantes:
“A los comunicadores, aspectos como la
violencia de género, las mujeres violadas o asesinadas, incluso por integrantes
de entidades gubernamentales como el Ejército mexicano, no les parecen
noticia”, denuncia la ganadora del Premio Nacional de Periodismo 2006, SanJuana
Martínez[2], quien se
refirió al papel desempeñado por elementos del Ejército Mexicano en casos como
los de Zongolica, Veracruz; y Castaños, Coahuila, en los que en 2007 y 2008 se
les acusó de cometer abusos sexuales en contra de mujeres. “¿Por qué es posible
que las fuerzas armadas mexicanas, tradicionalmente violadoras de los derechos
humanos, salgan a las calles por órdenes del Poder Ejecutivo para intimidar o
reprimir movimientos sociales y que situaciones tan graves como las violaciones
de mujeres no sean noticia para muchos medios de comunicación?”, preguntó esta
periodista.
Este no estar, este negar implícito de
nuestra presencia ya sea como protagonistas o como participantes en las
transformaciones históricas es confirmado al observar que cuando las mujeres
asomamos en el espacio periodístico, ese estar sólo en dos de cada 10
ocasiones, es en circunstancias delimitadas y no siempre justas:
En la nota roja:
Josefina Hernández Téllez, investigadora en estudios de género y profesora de la UNAM, denunció que si las mujeres
aparecemos en los medios de comunicación, tienen que ser en la nota roja o no
aparecemos en los medios.[3]
Espacios de la nota roja que, de acuerdo con
Irene Agudelo, investigadora española, "reproducen en su discurso la
discriminación y la violencia hacia la mujer y la niña".[4]
Siguiendo el informe, ya mencionado de la WACC: como víctima, la mujer
aparece en un 34 por ciento de los casos de nota roja, mientras que los
hombres lo hacen en un 10 por ciento.
Aún más: “A veces se presenta a la mujer como
víctima ('balearon a una chica') cuando podría ponerse al hombre como
victimario. O una mujer fue violada, podría
ser 'un hombre violó a una mujer”. Por eso, cuando aparecemos en los medios es
en forma de víctima, crítica el artículo En
los medios no hablan de ti, ni de mi publicado
en Artemisa Noticias.[5]
En las secciones especiales de mujeres: Aquellas en que les resultamos a los medios económicamente redituables.
“Tenemos dos caras: una vendible, la feminidad sí vende, lo que no vende es la
problemática de las mujeres, por eso no interesa tanto su difusión",
explica Guadalupe López, quien fue columnista de la revista FEM.
Aparecemos, entonces, como compañía de, como
adorno o destacadas por atributos físicos, sin que se considere el aporte de
las mujeres a la sociedad”, escribe la maestra Carolina Muñoz[6].
En ese sentido, otro dato indicativo es que
mientras que al 30 por ciento de las mujeres entrevistadas se les
pregunta por su vida familiar, sólo en un 7 por ciento se les pregunta lo mismo
a los hombres. "Eso se ve mucho en las entrevistas de política y en los
pies de foto. La mujer siempre aparece más en relación a su rol de esposa,
madre, cuñada, sobrina. Y muchas veces se ignora su nombre, se la pone por el
estatus familiar". Expone el artículo ya citado de Artemisa Noticias.[7]
Para sentenciarnos: Con consignas conservadoras, ya sea en forma explícita con artículos u
opiniones moralizadoras o, en la forma en que se jerarquiza o proporciona la
información y se permite la expresión de voces de mujer en estos espacios.
Ha ocurrido un ejemplo muy reciente de la
actitud de algunos periódicos en el debate que se dio este año en la Ciudad de México sobre la despenalización del
aborto, en donde más allá de ofrecer información que facilite acceso a la salud
o combate hacia la violencia contra las mujeres, algunos impresos han
privilegiado ejercicios de opinión antes que géneros de información e investigación
en debates al respecto, no siempre favorables a la salud y derechos de las
mujeres.
Como antecedente, podemos retomar la
investigación elaborada por la maestra Josefina Hernández Téllez respecto al
debate ocurrido, tras la decisión de penalizar el aborto por parte de Congreso
en Guanajuato, incluso en caso de violación. En donde encontró que las firmas
femeninas en el periodismo de opinión en un debate posterior respecto a la
penalización/despenalización del aborto, fueron en una relación de 8.4 textos
de hombres respecto a 1.6 de mujeres.
En el texto mencionado se muestra que existió
un lugar secundario para este problema que afecta a las mujeres, dentro del
debate privilegiado, primero el aspecto político, y lo correspondiente al plano
ético-moral y, en el menos de los casos, de salud y derechos femeninos.
Incluso, señala la autora: “no se incorporó el análisis como sujetos del hecho
a los hombres en tanto protagonistas del problema y corresponsables de las
consecuencias”[8].
En el oportunismo: Los grandes medios se ocupan de temas de las mujeres en forma utilitaria,
cuando el discurso es políticamente correcto o en fechas designadas como 8 de
marzo, o 25 de noviembre, repetidamente con actitud de concesión y no siempre
como logro y espacio ganado por derecho propio.
Recientemente, Lucía Lagunes declaró: “Hoy
hablar de equidad de géneros es políticamente correcto… En algunas fechas
significativas es común escuchar discursos a favor de la equidad de géneros,
anunciar acciones con perspectiva
de género y asegurar que se
busca ‘empoderar’ a las mujeres. Ese discurso está ya. Lo mismo que el
mencionar a ‘compañeras y compañeros’, ‘señoras y señores’, aunque muchas veces
se trate de palabras vacías de contenido. Parecería entonces a veces que
ganamos. Pero, en verdad, lo que tenemos enfrente es una enorme cortina de humo
que ha quitado del escenario público la discriminación, la desigualdad y la
violencia que vivimos las mujeres”.[9]
Por lo anterior, no todas nos sentimos
identificadas con estas formas de entender y hacer el periodismo. Habemos
quienes tenemos ganas de decir, argumentar y rebatir desde otras palabras y
otras formas de mirar. Escribir de una forma disidente que nos nombre,
reconozca y llame, que nos recuerde que el periodismo también sirve para
contestar al poder.
Entre las formas alternas de hacer
periodismo, hay a quienes nos identifica el decir en la palabra propia,
escribir y publicar en femenino, desde un Nosotras.
Escribir mujer… mujeres… con acentos
diversos, como reivindicación, como categoría política, como acto sororario[10];
con implicaciones múltiples: algunos discursos contestatarios, otros de
posicionamiento, discursos de equidad, de filosofía política, de lo íntimo y lo
público, de reordenamiento del mundo existente y de tantas formas de
concebirnos desde nuestras realidades. Desde la pregunta o la afirmación, desde
lo lésbico, desde lo indígena, desde diferentes capacidades, desde las
múltiples formas de la disidencia y desde las múltiples formas de los
feminismos. Es decir, continuar con un ejercicio que enriquece, pluraliza y
plantea retos constantes al investigar y el hacer respecto de los medios de
comunicación y de periodismo en particular: El
periodismo feminista.
Se trata de una de las formas que retoman el
derecho humano a la comunicación, aquel que la histórica agencia periodística
feminista Fempress, consideraba muy amplio porque “es para todos y para todas”,
ya que, señalaba: “la función de los medios en una democracia es buscar
mecanismos, dar voz a los distintos sectores de la sociedad para que participen
realmente del desarrollo social, económico y cultural de su país”. [11]
Proponer desde esta voz es necesario, ya lo
plantea la periodista Telma Gómez: "En los medios de comunicación se sigue
hablando sólo del poder como si a todos les interesara. Hay asuntos que a la
gente le importan mucho y la mayoría de los medios no los están considerando.
Entre ellos, lo que pasa con las mujeres y lo relacionado con la vida cotidiana
de hombres y mujeres".[12]
Escribe Sara Lovera, periodista mexicana,
fundadora de CIMAC: “Nuestra propuesta es relatar los hechos que el periodismo
tradicional no considera noticia. De esta manera estamos contribuyendo a la
democratización del periodismo, esa que es vital para nuestro tiempo. Trabajamos
para evitar una concepción basada en una idea de periodismo que todavía se
ancla sólo desde el poder”.[13]
Este otro es un periodismo intenso, el cual, a
pesar del prejuicio, desconocimiento -e incluso mitos existentes en torno al
feminismo- además de la falta de recursos económicos destinados al ejercicio
informativo del mismo, ha logrado practicarse en todos los géneros y se
encuentra en medios de comunicación en México, en la mayoría de ellos con una
nota de calidad, responsabilidad y ética periodística. Ejemplo de ello son
algunos programas de radio como Dejemos
de ser Pacientes de SIPAM, La
Agencia Comunicación e Información de la Mujer A.C.; Creatividad Feminista, portal
de Internet con un millón de visitas al mes; Mujeres.Net que ya cumple su
segundo aniversario en el ciberespacio; e, incluso, las ya desaparecidas, pero
con huella indeleble en la historia del periodismo, la revista Fem, así como la Doble Jornada y la Triple Jornada.
Sara Lovera, lo diría en los términos
siguientes: “Nuestros productos noticiosos son hoy competitivos, a la medida de
estos tiempos. Del texto al contexto, de la cuartilla al portal, del hilo
noticioso a la carretera de información”.[14]
Finalmente: ¿Por qué apostar por el
periodismo feminista, hoy que la palabra feminismo resulta en ciertos sectores
tan deslucida, pasada de moda, tan poco prestigiada, que incluso llega a atraer
miradas de hostilidad?
1. Porque hace 15 años la escritora y
periodista, Berta Hiriart escribió: “Hacer periodismo feminista es rondar
siempre por los mismos ángulos, por los mismos temas; es permanecer dentro de
un ghetto informativo”. Pero, reconoció: “No
hay escapatoria. Todas esas voces y muchas otras exigen una salida a la luz
pública y no hay modo de hacerse la desentendida confiando en que los grandes
medios se encarguen del asunto. Por una simple razón: no lo van a hacer. A la
mayoría de los jefes de información lo que suceda a doña Queta, a Carmen Rincón
o a las indígenas tarahumaras no les parece noticia.” Y, resulta que en este
momento, 15 años después, sigue habiendo voces de mujeres que exigen salir a la
luz y tampoco hoy podemos hacernos las desentendidas.
2. Porque es necesario documentar, no
sólo en cifras, si no escribiendo el nombre y citando las palabras de las que
hoy proponen en lo político, en lo social, en lo económico, en lo cultural, en
todo. Para que no volvamos a quedarnos sin historia, que los otros y las otras,
las de mañana, las de 15 o menos o más años adelante, sepan lo que hicimos, que
aquí estamos construyendo y proponiendo y que han tenido amigas, compañeras, madres,
abuelas y hermanas abriendo camino.
3. Porque la violencia en todas sus
formas debe ser visibilizada para poder combatirla y es otro trabajo en el que
podemos aportar desde el periodismo con las herramientas feministas.
4. Porque el patriarcado y otras formas
de opresión no han desaparecido, al contrario, se hacen más sofisticados y se
mimetizan y tal vez resulte buena idea aportar desde el análisis y hacer
periodísticos para ayudar a desenmascararles.
5. Porque hoy, la información completa es
secuestrada y se invisibiliza o sólo se nos da, acaso, a fragmentos, que nos
muestran una sola versión del acontecer.
Como ejemplos rápidos, se puede recordar como
en México, en 2006, se extasiaron algunos comunicadores en debates absurdos sobre
si la penetración con llaves en la vagina de las luchadoras sociales agredidas
en Atenco era o no una violación, pero sólo uno (La Jornada) dio voz a un trozo
del manifiesto que algunas de estas mismas luchadoras, las que eran adherentes a la Otra Campaña Zapatista, habían lanzado, tres
días antes del ataque, declarándose en lucha permanente contra el capitalismo y
el patriarcado.
O, la forma en que los medios se ocuparon de
reportar en amarillo el conflicto social y político en Oaxaca en 2007, pero ninguna
voz difundió cuando las autoridades lanzaron chorros de agua con picante, en
enero de ese año, a las mujeres que marchaban exigiendo el fin a las
violaciones y el acoso sexual de los soldados que tomaron el centro de Oaxaca.
Es aquí en donde el periodismo feminista
puede aportar, liberando otros aspectos de la información; antagonista por
principio de la visión unitaria del poder, dando esa vuelta necesaria que nos
coloca como protagonistas y nos deja ver otra cara del mundo.
Enterarnos, por ejemplo, como grupos de
mujeres y hombres han combatido el acoso militar y la represión a sus denuncias
y como algunas otras conciben un mundo no capitalista y no patriarcal; y más
aún, la forma en que han resistido y vencido la prisión política.
Seguir este 2008 la historia de Eufrosina Cruz, de 27 años, quien
decidió ser la primera mujer que se postula para alcaldesa en Quigolani,
población oaxaqueña y lleva su lucha electoral contra la junta municipal
integrada totalmente por varones que rompió las boletas emitidas en su favor en
las elecciones, alegando que, como mujer, no era “ciudadano”. Conocer, gracias
a Sara Lovera, sobre la digna lucha de las viudas de la tragedia ocurrida en
Pasta de Conchos, O Acompañar las denuncias de las niñas mexicanas que viven el
acoso escolar.
Periodismo feminista incidiendo en todos
lados, en todos los medios, por las voces que se atreven a decir su nombre, por
las letras que escriben, describen y, tercamente, señalan. Como apuesta por
abrir las ventanas para poder mirar y hacer ver los actos que no se nos
muestran; para construirnos, reconocernos y ser reconocidas parte importante e
indispensable de ese otro mundo, que no sólo es posible, sino que las mujeres
estamos haciendo nacer.
[2] Reyes
Alberto, Silencio mediático y
social ante la violencia contra las mujeres, asegura periodista.
[8] Hernández
Téllez, Josefina, Tras la
huella del género en el discurso periodístico de opinión. El debate sobre el
aborto. P.211.
[10] Sororidad es
“la amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen
trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo,
para vivir la vida con un sentido profundamente libertario”, según palabras de
Marcela Lagarde, en un texto
sobre cultura feminista. Las francesas, llaman a esta nueva relación entre las
mujeres sororité, del
latín sor, cuyo significado es hermana. Las italianas dicen sororitá, y
las feminista de habla inglesa la llaman sisterhood
.
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