© Patricia Karina Vergara Sánchez
pakave@hotmail.com
“Es que suena tan feo… suena como ilógico, ustedes queriendo
hasta cambiar el lenguaje”.
En el mundo de predominio occidentalizado, el cuerpo femenino debe
ser blanco, blanqueado o exotizado, delgado-esquelético y alto, mientras más
parecido sea al de la modelo rubia de las revistas de moda o de los anuncios
espectaculares de películas, mucho mejor. Si no lo es, hay que mostrar y
demostrar los esfuerzos que cada una realiza con dietas, afeites e incluso
cirugías para resultar lo más parecidas posibles a ese mandato, de lo contrario
las sanciones sociales van de las verbalizaciones y burlas “fea, descuidada,
sucia”, hasta discriminaciones varias, entre ellas gordofobia y/o racismo como
violencias concretas en familias, centros laborales y comunidades enteras. Es
decir, existe una idea hegemónica sobre el deber ser del cuerpo de las mujeres,
un cuerpo socialmente construido en función de los mandatos de una cultura
misógina en donde predomina una concepción de este cuerpo para placer o
servicio de los hombres. Mogrovejo (2010) habla de esta construcción: “Es un
cuerpo colonizado en función de los hombres. Un cuerpo sobredeterminado, con un
estereotipo determinado, de medidas y de formas determinadas”.
Sin embargo, hay cuerpos que no cumplen las tareas ni las
estéticas esperadas, que se rebelan, que desobedecen. En diversos documentos
históricos, una y otra vez aparecen ésas que se pusieron pantalones cuando no
era lo propio, que treparon árboles, que anduvieron caminos, que no obedecieron
a mandatos estéticos y hasta las muy depravadas se atrevieron a tener placer
con sus propios cuerpos y ¡A compartirlo con otras igual de desalmadas!. Les
han llamado de diferentes formas, pero para fines conceptuales y de redacción,
les llamaré “lesbianas”. A esas tipas terribles que se atrevieron a hacer
política con sus propios cuerpos se les ha venido condenando o invisibilizando
sistemáticamente. Sin embargo, algún eco de su mal ejemplo parece ir quedando.
Al menos varias leyendas, mitos y rumores he escuchado sobre ellas y en
concreto sobre lo que pasa con sus cuerpos: que son como de hombre,
que son obligatoriamente más musculosos que otros, que tienen un hueso
adicional que ocupan para tener actividad sexual o que su clítoris es
indispensablemente enorme, que se les reconoce por tener unos dedos
gigantescos, que son cíclopes, que se transforman al llegar la noche, que son
monstruos. ¿Por qué la necesidad de mitificarlo, de especular sobre de él, que
volverlo terrible o temible en el imaginario colectivo? ¿Cómo es más allá de
las patrañas, pues, el cuerpo de las lesbianas? ¿Cómo se usa, para qué sirve?
No son preguntas nuevas, en al menos tres décadas anteriores,
diversas autoras como Rich, Wittig, Lauretis se han venido preguntado cómo o
qué es el cuerpo lesbiano. ¿Es acaso el mismo de todas las mujeres,
qué no es, también, el que tiene útero y mamás? ¿Es este el mismo cuerpo que se
modela en la lógica estética heterosexual y reproductiva contemporánea?
Mogrovejo escribe sobre el cuerpo lesbiano: “Sigue siendo una
incógnita, una necesidad en construcción que parte de una negación, no quiero
un cuerpo para los demás, necesito un cuerpo para mí. Fuera de la lógica
masculina y heterosexual en un intento por romper con una historia
sobredeterminada por el cuerpo femenino” (2010).
Ya existen ensayos y reflexiones de algunas lesbofeministas que
podemos inscribir en torno y algunas obras lésbicas a las que nos podemos
remitir. Entre ellas, en el ámbito de la literatura, El cuerpo lesbiano de
Wittig escrito en la década de los ochentas, experimento estético conceptual
que deconstruye el cuerpo de la heterosexualidad y construye mediante evocar
secreciones, lugares y modos de encontrarse con otros cuerpos, un cuerpo
lesbiano.
El cuerpo lesbiano de Wittig, entonces, no es el de la mujer
atrapada en la feminidad, es aquél disidente donde habita el sujeto lesbiana.
Se remite a sí misma, a ella misma, a las amantes que se descubren y
describen y no al cuerpo de la mujer construido en su relación con el
cuerpo del hombre. No es ciertamente ni el cuerpo construido por la
masculinidad, ni el de la feminidad, otra cosa naciente.
Otro documento producido en años recientes es la tesis de maestría
de Binford (2008) La relación de las mujeres lesbianas con sus cuerpos,
un estudio del protagonismo de lesbianas guatemaltecas, en donde la autora
plantea que el cuerpo es una unidad compleja en la que intervienen dimensiones
fisiológicas y socioculturales y es, además, un sitio en donde el patriarcado
ha instaurado su poder. Dicho poder patriarcal se ejerce mediante la
expropiación del cuerpo femenino, a partir del mandato de ser para otros. “Así,
el control que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres rige para garantizar
que la mujer haga del mismo un uso apropiado, lo que significa su uso en
función de la persona a que se encuentre asignada” (Binford, 2008:5). Aquí,
Binford visibiliza el cuerpo lesbiano como forma de resistencia, en grados de
conciencia diversos y escribe: “De alguna manera, las mujeres lesbianas
resignificamos el término ‘mujer’, tal como es entendido por el sistema
patriarcal” (Binford, 2008:5).
Mogrovejo explica ese lugar disidente:
Yo digo que soy una lesbiana atrapada en un cuerpo de mujer. Este
es un cuerpo que ha sido construido culturalmente, del cual no puedo escapar y
sin embargo también lo voy construyendo día a día. Estoy en este límite entre
mi construcción personal de este cuerpo propio y la sobre determinación de la
sociedad, hecha en base a un pensamiento colonial de lo que es ser mujer, del
cual yo trato de escapar. (Mogrovejo, 2010).
Resignificar el término mujer y poner el cuerpo como lugar de
resistencia no es poca cosa, pues de acuerdo con Pisano, la historia de la especie
humana está marcada sobre los cuerpos–mujeres y los cuerpos–hombres, que son
reducidos a su función reproductiva. La negación de la sexualidad, así como su
reducción a lo reproductivo es fundamental para hacer del cuerpo un objeto
dominable: “Sobre estos cuerpos sexuados se construye todo un sistema de
significados, valores, símbolos, usos y costumbres que normalizan tanto a
nuestros cuerpos como a la sexualidad, delimitándolos exclusivamente al modelo
de la heterosexualidad reproductiva” (Pisano, 2010).
Sin embargo, en el lustro reciente, colectivas lésbicas feministas
en distintos lugares de Latinoamérica (en México para 2010 yo había escuchado a
las Sucias, Lunas Lesbofeministas y Chuekas, al menos) y lesbianas feministas
independientes han venido usando el concepto Cuerpa[1] o
Cuerpa lesbiana, sí, con la “A” ruidosa, incómoda y poco decorativa que a tanta
gente incomoda porque deforma el lenguaje, porque suena feo,
la A necesaria para marcar disidencia, La cuerpa de las lesbianas, como
constructo teórico político está en desarrollo todavía, pero sirve para
referirse a aquella unidad físico–biológica con genitales y características que
le asignan el sexo femenino, pero que no es elcuerpo femenino
construido en relación y/o correspondencia al masculino, si no esa construcción
de para sí misma en una lógica diferente a la de la
heteronormatividad.
Nombrar la cuerpa lesbiana no es sólo un asunto que atañe a la
conformación o transformación del lenguaje, es un ejercicio de enunciación
política. Para enunciar la cuerpa existe un proceso previo que parte de una
existencia lesbiana, la que de acuerdo con Adrienne Rich (1980:32), sugiere
pensar tanto en la presencia histórica de las lesbianas, como en la puesta en
marcha del sentido de tal existencia. Así, esta puesta en marcha se convierte
en algo que he llamado lesbopolitización[2]. Se construye una existencia
política, pero sexual y de placer también, existencia sexopolítica, la cual
construye a su vez un cuerpo: cuerpo político–cuerpa–.
Esta cuerpa política desafía al régimen heterosexual. Donde se
manifiesta, la cuerpa, interpela, cuestiona e incluso llega a dinamitar
visiones ya concebidas de cómo es o cómo debe de ser la vida, las lógicas
institucionales e incluso la aplicación de la ciencia y la tecnología
concebidas desde la heterocentralidad.
Por ejemplo, en 2011 realicé una investigación sobre las
manifestaciones del régimen heterosexual en consultas ginecológicas[3], en ella
encontré lógicas discriminatorias y violencias del sistema médico que dan cuenta
de un fenómeno de dimensiones políticas; pues resultan de una estructura
social, cultural y económica que controla el cuerpo y la sexualidad de las
mujeres en general, es decir, las somete a la heterosexualidad obligatoria[4].
Sin embargo, también pude ver que tanto la enunciación como propia
presencia de la cuerpa lesbiana en el consultorio era en sí misma una
acción política que descolocaba las lógicas institucionales ante el sujeto que
exigía atención, pero no era el esperado por el sistema.
Por una parte, estaba la imagen que proyectaban las cuerpas
presentes en el consultorio, su apariencia que no necesariamente respondía a la
apariencia preconcebida de lo que son los cuerpos de las mujeres, con sobrepeso
o no, estéticas diferentes, tatuajes, percings o no, aspecto femenino,
masculino, andrógino o ninguno de los anteriores.
Victoria una de las mujeres que me narró su experiencia en el
consultorio explicó que su cuerpa no depilada tiene algo de contracultural y
comentó:
No me depilo ni las piernas, ni el sexo, ni las axilas, no me
maquillo. Me gusta mi cuerpo cómo se ve, porque hay que aprender a querer el
cuerpo lejos de todas esas imposiciones o daños que le hacen al cuerpo de las
mujeres para verse como socialmente se manda, como ven a las mujeres. (Victoria,
2011).
Ese aspecto de su cuerpa implicó comentarios de quien le
atendía. Victoria narró:
Me dijo que por qué estaba tan velluda que había que ver si
tenía un problema hormonal y yo le dije que no me rasuraba las piernas, pero
ella insistía que el tema de las hormonas…yo creo que nunca había visto una que
no se rasuraba (Victoria, 2011).
Cuerpas difíciles de leer para les representantes de las
instituciones que son interpelados. La enunciación, también descubre a la
cuerpa y confronta, Alicia recibió el comentario del
especialista cuando le dijo que es lesbiana: “Nunca lo hubiera imaginado, no lo
parece”.Alicia acota que puede deberse a que:
En el imaginario de la gente, las lesbianas son jovencitas como
las que salen en las películas, parece que no existen las lesbianas maduras y
con sobrepeso (Alicia, 2012).
A lo anterior se suman a construir esa cuerpa cuya existencia
confronta la lógica heterocentrada en la concepción de una consulta
ginecológica, la enunciación de prácticas sexuales desafiantes del imaginario
heterosexual; sexualidad no necesariamente coital, inquietudes con escaso
interés en materia de funciones reproductivas y dudas respecto a prácticas
sexuales con prevención de Infecciones de Transmisión Sexual para las que
especialistas no siempre están preparades. Lo que pretendo mostrar es que
además de la anécdota o del trato discriminatorio en algunos casos, cuando una
persona cuyos genitales pudieran remitir al sexo femenino, se presenta ante el
sistema biomédico y enuncia que es lesbiana (o que tiene preferentemente
prácticas sexuales con otras sexuadas femeninas) y que solicita el
reconocimiento como sujeto de atención ginecológica, pone en tensión, al menos:
la construcción social de mujer en el orden patriarcal, el régimen heterosexual
y el biologismo imperante en la biomedicina sobre lo que deben ser y para qué
sirven los cuerpos de las mujeres.
El mismo ejercicio y análisis puede hacerse mucho más profundo
respecto a las implicaciones de presentarse con una cuerpa lesbiana en
cualquier otra especialidad de la biomedicina, pero no es el tema que ahora me
ocupa. Basta decir que puede aplicarse el mismo ejercicio a cualquier otra
institución del sistema mundo patriarcal.
¿Cómo irrumpe la presencia de una – o de muchas- cuerpa lésbica,
con todas sus irreverencias, incluso cuando de tantas formas se busca
someterla, como otro ejemplo, en las instituciones escolares? ¿Qué se pone en
tensión de la curricula explícita y qué de la curricula oculta cuando una
estudianta no presenta los mismos afeites que aquellas que siguen el modelo
hegemónico o cuando no ocupa los espacios de la forma en que la feminidad
impone las posiciones corporales a otras, o cuando sus códigos de comunicación
e intereses no responden al cuento romántico de la heterosexualidad y por lo
tanto en clase hace preguntas para las que la persona a cargo no siempre tiene
respuestas? ¿Interpela la presencia de una cuerpa y una existencia lésbica la
conformación de sus familias de origen, pone en tensión modos de relacionarse
en los centros de trabajo, en los espacios religiosos, en las calles, en los
grandes y pequeños mercados?, por poner otros ejemplos posibles
La cuerpa en tanto que construcción política ya sea desde su
visibilidad o desde el momento en que se enuncia como irruptora del régimen
político, es una bomba incendiaria, un allanamiento material a las
instituciones patriarcales, ante las lógicas heteronormadas. Es esa que se pone
ante cualquier institución y resulta inadecuada, inclasificable
encuentro/desencuentro y la existencia sexopolítica encarnada en una unidad
físico–biológica que se presenta como sujeto que obligatoriamente interpela.
Leo, entones, desde las colectivas lésbicas de diferentes lugares
y situaciones, en donde se suman cada vez más voces, una construcción
teórica/política política/teórica en desarrollo y discusión constante. Me
parece también valioso que la discusión se da entre quienes desde esta materialidad
que si bien no escapa a la violencia, misoginia y mandatos que recaen en
particular sobre los cuerpos que al nacer son identificados con genitales
femeninos, son aquellos que se insubordinan y desde el vivir cotidiano ponen la
cuerpa y hacen mil distintas formas de política combativa.
Referencias
Binford (2008) “La relación de las mujeres lesbianas con sus
cuerpos, un estudio del protagonismo de lesbianas guatemaltecas”. Programa de
Estudios de Posgrado en Estudios de la Mujer, Ciudad Universitaria Rodrigo
Facio, Costa Rica.
Mogrovejo Aquise, Norma (2010). “Soy una lesbiana atrapada en
un cuerpo de mujer”, Entrevista a Norma Mogrovejo, Universidad Autónoma de
SantaMaría.http://www.ucsm.edu.pe/espergesia/8ed/archivo/6sexta/invitado/cuerpo1.html (Consultado octubre
de 2012)
Pisano, Margarita (2010). “Lesbianismo: ¿Transgresión del mandato
histórico o diversidad para discriminadas útiles?”http://samanthagonzalezccsasm.blogspot.com/2010/10/lesbianismo–transgresion–del–mandato.html
(consultado junio de 2011)
Rich, Adrienne (1980). “La heterosexualidad obligatoria y la
existencia lesbiana (1980)” enRevista d'Estudis Feministes, núm.10
Vergara Sánchez, Patricia Karina (2013) “El viaje de las
invisibles. Manifestaciones del Régimen Heterosexual en experiencias de mujeres
lesbianas en consultas ginecológicas” División de Ciencias Sociales y
Humanidades, Posgrado en Estudios de la Mujer, Universidad Autónoma
Metropolitana.
Wittig, Monique,: “El cuerpo lesbiano”, Valencia, Pre-Textos, 1977
[1]Salvo en Venezuela que se usa “Cuerpa” en los medios del
espectáculo como diminutivo de “cuerpazo”.
[2] Utilizo el término lesbopolitización para explicar el trayecto
personal de construcción de las mujeres lesbianas como sujeto político.
[3] El viaje de las invisibles. Manifestaciones del Régimen
Heterosexual en experiencias de mujeres lesbianas en consultas ginecológicas”
[4] Institución patriarcal que por medio de mecanismos de
disciplinamiento y control naturaliza la heterosexualidad como “deseo” para
asegurar la lealtad y sumisión emocional y erótica de las mujeres respecto a
los varones (Rich, 1985: 11) y agrego: con el fin de mantener los
sistemas económicos y políticos que en esta lealtad y servicio se
sostienen.
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